30 diciembre 2012

El Fallecido





Un día, cuando los trabajadores llegaron a su hora acostumbrada a trabajar, encontraron en la recepción un enorme letrero en el que estaba escrito:

“Ayer falleció la persona que impedía el crecimiento de Usted en esta Empresa”.


Está invitado al velatorio, en el área de administración.

Al comienzo, todos se entristecieron por la muerte de uno de sus compañeros, pero después comenzaron a sentir curiosidad por saber quién era el que estaba impidiendo el crecimiento de sus compañeros y la empresa.


La agitación en el área de administración se volvió tan grande que fue necesario llamar al personal de seguridad interna para organizar que se hiciera una fila para hacer más fluido el último adiós al difunto.

Conforme las personas iban acercándose al ataúd, la excitación aumentaba:


-¿Quién será el que estaba impidiendo mi progreso?, decían unos...


-¡Qué bueno que el infeliz murió!, vociferaban otros mientras la fila avanzaba despacio pero sin detenerse.

Algunos se preguntaban entre ellos: ¿Sería posible que esta persona realmente estuviera impidiendo mi progreso?, ¿por qué no le dieron un correctivo antes?

Uno a uno, los trabajadores, empleados, directivos también y personal de las demás áreas, agitados todos, inquietos algunos, reflexivos los menos, se aproximaban al ataúd, miraban al difunto y tragaban en seco. 

Se quedaban unos segundos en el más absoluto silencio, sorprendidos, como si les hubieran tocado, en un instante, lo más profundo del alma; era como si de repente cayeran en cuenta de algo que era más que obvio y no habían tomado conciencia.

En el fondo del ataúd, adosado al fondo y envuelto entre linos y resedas, había un espejo. Cada uno se veía a sí mismo, con el siguiente letrero grabado sobre él:

“Sólo existe una persona capaz de limitar tu Crecimiento: ¡tu mismo!”

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