17 noviembre 2012
·El Mundo
Un científico vivía preocupado con los problemas del mundo y estaba resuelto
a encontrar medios para disminuirlos.
Pasaba días encerrado en su laboratorio
en busca de respuestas para sus dudas.
Cierto día, su hijo, de siete años,
invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar.
El científico, nervioso por la
interrupción, intentó hacer que el hijo fuera a jugar a otro sitio.
Viendo que sería imposible sacarlo de allí, el padre procuró algo para darle al hijo, con el objetivo
de distraer su atención... De repente tomó un planisferio de una revista, y, con
unas tijeras, recortó el mapa en varios pedazos.
Junto con un rollo de cinta adhesiva, lo entregó al hijo diciendo:
- ¿A ti te gustan los rompecabezas?
Entonces voy a darte el mundo para
arreglar. Aquí está el mundo todo roto. ¡Mira si puedes arreglarlo bien!
Hazlo todo solo.
Calculó que al niño le llevaría días recomponer el mapa. Algunas horas
después, oyó la voz del hijo que le llamaba calmadamente:
- Padre, padre, ya he hecho todo. ¡Conseguí terminar todo!
Al principio el padre no dio crédito a las palabras del hijo.
Sería imposible a su
edad haber conseguido recomponer un mapa que jamás había visto.
Entonces, el científico levantó los ojos de sus anotaciones, seguro de que vería un trabajo
digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo.
Todos los
pedazos habían sido colocados en sus sitios.
¿Cómo había sido posible?
¿Cómo el niño había sido capaz?
- Tú no sabías cómo era el mundo, hijo mío ¿Cómo lo conseguiste?
- ...Padre, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando tú quitaste el papel de
la revista para recortar, yo vi que del otro lado había una figura de un hombre...
Cuando tú me diste el mundo para arreglarlo, yo lo intenté pero no lo conseguí.
Fue entonces cuando me acordé del hombre, que yo sabía cómo era.
CUANDO CONSEGUÍ ARREGLAR EL HOMBRE, DI VUELTA A LA HOJA Y
ENCONTRÉ QUE HABÍA ARREGLADO EL MUNDO...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario